El tercer año de vida.
De los
24 a los 36 meses se produce un afinamiento de las capacidades adquiridas
durante las etapas anteriores, así como la asimilación de nuevos e importantes
avances, sobre todo en el campo de la socialización.
El niño
ya tiene un vocabulario activo, de alrededor de 1000 palabras. Sigue en
un lugar preferente el juego individual y simbólico, lo que significa que será
capaz de representar situaciones como si fueran reales, cada vez más complejas
y abstractas. La desbordada imaginación del pequeño, nos dejará en múltiples
ocasiones con la boca entreabierta, si nos detenemos a observarlos sin ser
percibidos.
El juego más típico ahora es jugar a mamás y papás e
imitarán todo lo que estos hagan, tanto las buenas como las malas actitudes
personales de los padres.
El ejemplo a estas edades es la mayor fuente educadora.
El niño imita de tal manera a los demás que su
vocabulario reflejará las habilidades oratorias de los que le rodean. Las
frases que usamos para hablar con el niño, deben ser claras y correctas.
Los niños al jugar, imitan a las personas adultas,
mecen sus muñecos y simulan que les dan de comer, hablan por teléfono, fuman un
lapicero si observan que los adultos reunidos fuman tabaco. Así, el ejemplo,
constituye una actitud fundamental a la hora de educar, porque imitan todas
nuestras actitudes buenas y las malas también.
A medida que los niños crecen varían sus juegos también y
lo que antes hacía imitando a sus padres y parientes próximos, ahora adquiere
importancia el rol de personajes cercanos a él como el doctor o el maestro,
pero esto acontece entre los dos, tres o cuatro años, según el niño.
La
educación .
En la
educación hay que destacar la importancia del juego, aunque en primera
instancia el niño jugará solo. Cuando está con niños de su misma edad,
intentará dominarlos. No precisa compañeros para jugar con pelotas o juegos de
construcción. Los niños hasta los tres años, raramente juegan juntos.
La necesidad de contacto humano hace que tengan una
actitud dominadora, impulsiva y agresiva cuando sus arremetidas son causa de
abandono, lágrimas o contraataques por parte de sus amigos. Los padres suelen
actuar como árbitros cuando sus hijos se pelean.
En casa el niño puede comportarse como un demonio y en el
parvulario como un ángel. Es una buena señal: demuestra que es capaz de
controlarse. Pero cuando cumplen con tres años deberían ser capaces de jugar
con otro niño o al menos jugar a su lado.
Los juegos educativos diseñados para ellos están
compuestos por piezas, pero el niño al principio, jugará a juntar o agrupar
estas piezas sin ningún otro objetivo establecido. Otros juguetes de esta edad
son : una pelota, juguetes con asas para tirar o empujar, muñecos o animales de
felpa…
En los
primeros años de vida y porque los niños lo chupan todo, sus juguetes
deben:
_tener superficies planas y lavables,
_omitir puntas o bordes cortantes,
_omitir también las partes sobresalientes, como ojos
puesto que son peligrosos,
Así los padres deben elegir juguetes que no presenten
peligro al niño y sea adecuado a su edad.
Jugar es inevitable para que el niño aprenda y es
necesario que el adulto haga de inductor de ese juego. Por ello el adulto que
se encuentre con el pequeño, celebrará las consecuciones que haga, aplaudiendo
por ejemplo.
Cuando un niño empieza a hablar, hay que escucharle
atentamente y una sonrisa le ayudará a motivarle. Por otra parte, corregir
excesivamente las palabras del niño, frustrará sus intentos.
Cuando empieza a caminar, las caidas son inevitables, por
ello hay que participar en el juego infantil y preparar el entorno para evitar
peligros, ya que el niño antes de comenzar a caminar, se tambaleará y perderá
el equilibrio constantemente.
Durante el
primer año de vida se deben estimular actividades sensoriales y motrices.
En las experiencias sensoriales caben destacar las
táctiles y visuales, de hecho todo lo que puedan tocar se lo llevarán a la
boca.
Las melodías musicales son importantes y son buenas para
educar el oido, pero no todos los juegos deben ser adquiridos económicamente.
Por ejemplo, jugar con la mirada o incluso los juegos gestuales son gratuitos y
gratificantes entre los bebés.
A partir
de los dos años, son importantes introducir animales y muñecos de felpa
que le ayuden al pequeño a imitar el mundo adulto. También son útiles los
juegos de apilar-encajar piezas y las pelotas
Entre
los 2 y 3 años se inicia el juego participativo, aunque el niño no sepa
aún compartir, ni respetar el turno.
A los
tres años el niño se desarrolla y perfecciona sus actividades psicomotrices
consiguiendo avances en el equilibrio y la coordinación. Ahora, por ejemplo,
puede andar hacia atrás y subir-bajar escaleras. Ahora recuerda las palabras
importantes para él; sabe nombrar objetos y comprende órdenes verbales.
Los
educadores afirman que los niños procedentes de hogares en los que se concede
importancia a la lectura, desarrollan con más eficacia su capacidad intelectual
que los procedentes de hogares en los que no se lee.
Dedicar cada día media hora a leer cuentos puede resultar
una experiencia muy agradable para padres e hijos. El niño a menudo interrumpirá
con observaciones y preguntas. Entonces conviene dejar de leer y escucharlo
puesto que quizás quiere aprender algo o compartir alguna idea o sentimiento
con la persona que lee..
A veces piden el mismo cuento cada noche. No es ningún
motivo de preocupación. Con el tiempo este hábito desaparecerá.
El niño
a los tres años conoce bastante bien a sus padres y como ser inteligente, hará
todo lo posible para salirse con la suya siempre. El egocentrismo es
característico en los niños pequeños, hay que tener en cuenta que es natural
que después de ser durante un largo periodo de tiempo los primeros en todo, no
quieren relegarse a un segundo lugar. Pero deben asimilar con cariño, que no
son el ombligo del mundo, aunque en realidad en la casa lo sean.
El egocentrismo se manifiesta entre los 2 y los 4 años,
prolongándose en edades posteriores si en ese momento no se le combate. El niño
tiene la convicción de que todo cuanto le rodea es para él y está a su
disposición. Así en multitud de ocasiones podemos constatarlo al observar que
el niño quiere hacer prevalecer lo suyo ante los demás, apoderándose, por
ejemplo, del juguete de otro niño.
El egocentrismo infantil es intolerable y por sí sólo no
podría ser superado, con lo cual se aboga por reprimir esa tendencia en el
niño, más difícil de eliminar cuando más tarde se quiera hacer.
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